lunes, 4 de febrero de 2008

ECONOMÍA CONVENCIONAL versus ECONOMÍA CRÍTICA

Es recomendable acudir de vez en cuando a alguna jornada, curso, mesa redonda o como lo queráis llamar, sobre algún tema que os atraiga. Mucha gente que conozco practica este deporte, en mi caso no todo lo que me gustaría. Lo malo es la dispersión, que te apetece saber de muchas cosas pero normalmente no se tiene tiempo suficiente para profundizar y aprender sobre todo lo que te gustaría. Entonces te das cuenta de que el día debería tener más de cuarenta horas, necesitar sólo dos para dormir y que la vida se pudiera alargar unos… ¿200 años? Siempre y cuando el envejecimiento se dé en unas condiciones medianamente adecuadas (mentales y físicas), si no, no tendría sentido.
El caso es que cualquier excusa es buena para volver a los clásicos. Sí, hoy voy a poner de manifiesto mis raíces. ¡Cuánto le debo al materialismo histórico! Siempre intento analizar los acontecimientos mundiales en términos marxistas y bueno, si la cosa no me encaja, entonces me voy a otros autores, pero ÉL siempre es el primero. Es cierto que pensar es una acción individual pero pensamos desde una modalidad colectiva, para los marxistas nuestros dos grandes árboles axiológicos son justicia social y libertad con igualdad.
Este verano, escuché a José Vidal-Beneyto en una conferencia en la que afirmaba algo así como que la globalización, la pobreza y el desarrollo señalaban la naturalización de la guerra, es decir, hemos hecho de la guerra el acontecer contemporáneo. Y me dio qué pensar. Esta premisa del ponente, convive con dos grandes contradicciones. Por un lado, el crecimiento de la riqueza tal y como nos la dan a entender los economistas convencionales. Antes el enriquecimiento venía representado por los bienes y servicios y ahora son las cotizaciones en bolsa las que simbolizan el capital. El aumento de riqueza incontrolada es coetánea a la mayor pobreza de los hombres. La otra gran contradicción es la homogeneización de valores y prácticas, ya no se apela a la diversidad sino que hay una enorme canalización de la diferencia, el término que acuñó Ignacio Ramonet es el de “pensamiento único”.
Qué rollo he vomitado en un momento. ¡A lo que voy! Hoy en día no es posible hacer ninguna reflexión sin la concepción de la economía y, por desgracia, no es para nada mi especialidad. Marx ya había dicho que no se puede pensar la realidad teórica, es imprescindible palpar, observar, escuchar y reivindicar. Por esto último es importante repensar el sujeto histórico y social. Tampoco la categoría de muchedumbre de Inglehart, por ejemplo, ya no es válida para nuestra realidad social; es necesario buscar una nueva conceptualización porque ya no tiene sentido resucitar al proletariado de la época de la industrialización, que protagonizó las teorías marxistas. (Por cierto,“Modernización y Posmodernización: el cambio cultural, económico y político en 43 sociedades" de Ronald Inglehart, un tesoro sociológico).
Es evidente que estamos en una realidad económica en la que bienes y servicios han sido devorados por la economía financiera, la economía de lo inmaterial. Como consecuencia, los obreros y el proletariado no son tan visibles. Esto es, si no tenemos proletariado, y hoy por hoy no es inteligible en nuestra realidad, hay que empezar por una reflexión de contenido. Primero, porque es una situación grave de corte epistemológico y segundo, porque la realidad mediática es un ámbito en el que hay que intervenir. ¿Por qué es tan terrible todo esto? Porque lo inaudito, como señalan algunos autores como Carlos Taibo, es que en la actualidad seamos testigos de la recesión sobre los derechos ciudadanos debido a los valores que ha puesto en práctica la globalización neoliberal y que permanezcamos pasivos mientras todo esto sucede. Quizás el movimiento que más mella ha hecho es el “antiglobalización”; el gran triunfo neoliberal y de sus medios de comunicación, es la de hacernos creer que no, que ya no somos obreruchos ni, por supuesto, parte de un proletariado depauperado, porque nos podemos comprar ciertas comodidades que no tienen entretenidos y contentos momentáneamente. Por buscar ejemplos cercanos, sólo hay que leer los periódicos para conocer el salario medio de un trabajador de este país, el precio de la vivienda, el euríbor de las hipotecas, que muchas familias españolas tienen problemas para llegar a fin de mes, la precariedad laboral… pero bueno, aun así, nos han convencido de que la mayoría somos clase media y que el concepto de la “redistribución de la riqueza” es un término obsoleto.
Por eso creo que es necesario pensar en los componentes y las relaciones básicas del capitalismo en términos marxistas:
- Propietarios de capital privado.
- Personas que necesiten vender su fuerza de trabajo.
- Un mercado que lo una todo (propietarios y asalariados) que sirvan de institución compleja.
Que yo sepa, estos tres componentes continúan vigentes, lo que sí ha cambiado, insisto, es la visión del obrero o/ y del proletariado. ¿Alguien se identifica como tal? Probablemente muy pocos. Sin embargo, no hay que desesperar, tengamos omnipresente que existen países empobrecidos donde se dan cita ideas y prácticas originarias, tenemos el eco de los discursos indigenistas. Lo malo, que creemos que este tipo de situaciones sólo se viven en otros Estados, lejanos, y que a nosotros, nuestro querido Primer Mundo, no nos van a afectar. Os aseguro que tampoco hay que irse tan lejos, al menos en nuestras grandes ciudades sí existe el inframundo.
Otra frase de la intervención de José Vidal- Beneyto que me retumbó es que él consideraba que todo lo importante es difícil: “No creo que la permisividad y el hedonismo de lo fácil sea la vía.”

No hay comentarios: