
Entró por la puerta como Pedro por su casa, dramatizando otra vez sobre su mala suerte, que Drácula dejó de morderla por las noches, que prefería chuparle la sangre a otras. Y que estaba preocupada por mi y por eso venía a verme rauda y veloz, que había notado que mis pajillas mentales no eran normales, que tan pronto le hablaba de mis amigos superhéroes, como asumía tranquilamente mis adicciones y que mis cambios drásticos de humor le habían resultado insoportables en mi última conversación teléfonica. ¡Ten amigos para esto!
-¡Ay! ¿Será grave Cenicienta? A lo mejor es que me estoy haciendo mayor... -
En este debate de autodefensa me interrumpió Indiana Jones, apareció justo en la terraza, descolgándose desde la azotea con su látigo aventurero. Llegó mugriento y sudoroso de su última cruzada con los extraterrestres de no sé qué planeta y, antes de saludarnos, nos recuerda que viene solo, que Superman se ha quedado haciendo un viaje por Marruecos con Sherezade, la protagonista de “Las mil y una noches”, que por fin se ha quedado viuda.
El Indi llamó por teléfono a Batman, para avisarle de que había llegado a Madrid. Decidimos esperarle en el portal, porque venía en batmanmóvil y suele perderse por las callejuelas de Vallecas, además de que nunca sabe dónde aparcar, no hace más que quejarse al respecto. Cuando llegó, me dijo:
-Sube, princesa.-
-Batman, no te enteras de nada, ¡que soy republicana! ¡Y convencida! Déjate de cuentos.-
Conseguimos aparcar después de dar muchas vueltas, es que a Batman le gusta fardar de batmanmóvil por el barrio y a mi eso me da una vergüenza… Por suerte, no nos encontramos con nadie conocido, mi reputación estaba a salvo.
De esta manera, acabé improvisando una reunión de amigos en mi casa, aunque he de admitir que, tras la cena, compuesta de tortilla de patata y pizzas precocinadas, me quedé domida en el sofá. Los párpados me comenzaron a pesar sin piedad y no pude cumplir mi promesa de llevarles al Hebe a tomar unas cañas para celebrar nuestro reencuentro. Tantas preguntas políticas y emociones variadas me dejaron exhausta.
Cuando me desperté, me habían arropado durante la noche. Una vez más Indiana Jones me había dejado el mapa de un tesoro encima de la cama y me dejaba abierto un billete de avión a México para que le acompañase en su próxima aventura, que visitar templos malditos sin mi le daba terror y que el arranque kinki-vallecano le daba algo más de confianza; en el lugar que había ocupado Cenicienta durante la cena, tan sólo quedaba un montón de polvo y un zapato de cristal que he donado a una familia gitana que se dedica a la recogida de chatarra, por si ellos le sacan más utilidad que yo; y Batman, tan olvidadizo, dejó su careta de hombre murciélago y una nota: "Nos vemos este sábado en Juntos y Revueltos con el resto de piratas". ¡Noooo, prefiero seguir durmiendo!
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