Anoche, antes de dormirme, pensaba en cómo definir la nueva película de Isabel Coixet, pero un solo adjetivo me parece pobre para calificarla y cualquier palabra se me queda corta.
Después de Elegy, que me gustó pero con reservas, la directora ha vuelto a hacer el cine que nos gusta a las personas que nos gusta su cine, valga la redundancia. Como en La vida secreta de las palabras o en Mi vida sin mi, está implícita la poesía, los escasos diálogos, la fuerza de las expresiones; un erotismo evidente en esta ocasión, con escenas sexuales muy femeninas. Siempre he creído que si en algo se nota cuando una película está dirigida por un hombre o por una mujer es en las escenas de sexo, “dime qué escena de sexo diriges y te diré quién eres”. Y hay que reconocer que la Coixet lo hace bien y permanece muy alejada de la chavacanería de las acciones sexuales de otros directores españoles estilo Berlanga o Bigas Luna, que se quedan a años luz de la madurez de la directora. Incluso me gusta más que el sexo que suele mostrar Almodóvar.
Está mañana, hablando con un amigo sobre la película en unos intercambios de mails, le comenté que la directora me había recordado al estilo de Wong Kar Wai (Deseando amar y My blueberry nigths) y él, que entiende mucho de cine, me dijo que Coixet, en unas declaraciones antes del estreno, había informado de que quería homenajear a uno de sus directores favoritos, el mismo Wong Kar Wai. Pues lo ha logrado, con esas escenas cadenciosas, ralentizadas, la ausencia de palabras, la intensidad de la lentitud que va conquistando poco a poco los planos. Si tuviera que elegir una escena, me quedo con aquella en la que el ayudante del magnate japonés le comunica en el restaurante que su hija ha fallecido, para mi una de las mejores interpretaciones de la película. Pero son muchas las escenas grabadas con las que me volví a casa. Con la narración del viejo amigo bohemio de la protagonista, amante de los ruidos de la ciudad, testigo casi mudo de la vida de Ryu, a la que ama en silencio, sin apenas intercambios.
Me alegro de haber recuperado a esta directora, la que ha conseguido que saliera con un nudo en el estómago del cine de pura emoción ante la historia y su forma de transmitirla con las imágenes (y por qué no confesarlo, con ganas de comer fideos chinos). La misma que nos produjo a mi compañero y a mi la sensación de bloqueo al salir del cine después de ver Mi vida sin mi, que recuerdo que las ganas de llorar se mantenían después de una hora. O la cantidad de pensamientos que me abrumaban con La vida secreta de las palabras. Sobre todo porque sabes de antemano lo que Isabel Coixet puede dar de sí, así que tenía cierta expectación ante la película recién estrenada, aunque esta vez, después de la pequeña decepción de Elegy, preferí no infomarme mucho de "Mapa de los sonidos de Tokio".
En cuanto a los actores, leí esta mañana en una crítica que Sergui López había decepcionado. Yo no opino lo mismo, cada personaje para mi está muy bien interpretado, con esos matices orientales que no pasan desapercibidos a los espectadores occidentales. Y el actor español, convence también, nada que envidiar al resto, con esa pose atormentada a la par que desengañada de la vida.
Creo que en los Goya arrasará con un indiscutible premio en "mejor guión adaptado" y “mejor fotografía” como mínimo, pero tiene muchas posibilidades de llevarse hasta la alfombra. El tiempo (y la crítica) lo dirá.
En cualquier caso, premiada o no, sólo puedo decir gracias.
1 comentario:
A ver si me acerco a verla porque estoy leyendo bastantes críticas y ya me pica la curiosidad y de paso la descubro, que al final nunca he llegado a ver una peli suya!
Un beso guapa!
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