Caminaba imbuída en sus pensamientos. No sabemos cómo, la invadieron los recuerdos cuando cruzaba la calle hacia Fuencarral. Recuerdos de una India multicolor. Podrían haber sido evocaciones de cualquier otro lugar, pero fueron ésas las que acudieron en tropel a su mente. Retenía en la memoria la sonrisa de sus gentes, el bullicio del mercado, rememoró a aquel grupo de niñas que saltaban los charcos descalzas, el color de su piel y la suciedad impregnada.
Y de repente, en su presente, se topó a una persona. Un chico que la miró y llevaba algo pintado en la cara, un símbolo o algo así, que le habló mientras ella no dejaba de caminar. "Se te ha caído algo", le dijo. Miró hacia atrás, sin dejar de adelantar pasos, justamente rebuscaba algo en su bolso, tal vez la funda de las gafas de sol, Fuencarral es una calle con sombra, ya no las necesitaba. Le devolvió la mirada interrogante, "se te ha caído la sonrisa" insiste. Inevitable sonrisa de respuesta. Se acerca a la mujer y le ofrece un paquete de incienso. Ella lo coge, le hace gracia la ocurrencia en unos días de estrés en los que necesitaba que le sucediera algo especial. "Te lo puedes quedar pero también puedes compensarlo con una ayuda para los pobres", le comenta el chico con la cara marcada "¿Pobres de qué?" preguntó. Al referirse con esa expresión, "los pobres", no lo tomaba en serio, pero sí, el significado era literal."Tenemos un comedor gratuito aquí, en el centro, para los pobres". Sin duda, el símbolo en su cara, maquillado en blanco, era un hare krishna.
Rebuscó el monedero en el bolso, recapitulando que llevaba varios días sin sacar dinero del cajero. Al menos tenía unas monedas, le quedaba un euro con veinte. "Es un pastón", le agradece el muchacho. Y se despiden ambos contentos, especialmente ella, con su sonrisa puesta por la ocurrencia del hare krishna y la gratitud por el incienso indio regalado. El día, sin duda, tenía otro color (y otro gesto en su rostro).
Y de repente, en su presente, se topó a una persona. Un chico que la miró y llevaba algo pintado en la cara, un símbolo o algo así, que le habló mientras ella no dejaba de caminar. "Se te ha caído algo", le dijo. Miró hacia atrás, sin dejar de adelantar pasos, justamente rebuscaba algo en su bolso, tal vez la funda de las gafas de sol, Fuencarral es una calle con sombra, ya no las necesitaba. Le devolvió la mirada interrogante, "se te ha caído la sonrisa" insiste. Inevitable sonrisa de respuesta. Se acerca a la mujer y le ofrece un paquete de incienso. Ella lo coge, le hace gracia la ocurrencia en unos días de estrés en los que necesitaba que le sucediera algo especial. "Te lo puedes quedar pero también puedes compensarlo con una ayuda para los pobres", le comenta el chico con la cara marcada "¿Pobres de qué?" preguntó. Al referirse con esa expresión, "los pobres", no lo tomaba en serio, pero sí, el significado era literal."Tenemos un comedor gratuito aquí, en el centro, para los pobres". Sin duda, el símbolo en su cara, maquillado en blanco, era un hare krishna.
Rebuscó el monedero en el bolso, recapitulando que llevaba varios días sin sacar dinero del cajero. Al menos tenía unas monedas, le quedaba un euro con veinte. "Es un pastón", le agradece el muchacho. Y se despiden ambos contentos, especialmente ella, con su sonrisa puesta por la ocurrencia del hare krishna y la gratitud por el incienso indio regalado. El día, sin duda, tenía otro color (y otro gesto en su rostro).
3 comentarios:
Por una sonrisa se da eso y más. me gusta la pregunta ¿pobres de qué? Creo que éramos y somos pobres de muchas cosas antes de descubrir que estábamos en crisis. Pero ya sólo sabemos contar. tenemos suerte si nos cruzamos en nuestro camino con personas especiales que recogen del suelo nuestras sonrisas y nos las devuelven :)
Un abrazo.
Invita a la reflexión. La acción del presente le sacudió el ensimismamiento y dibujÓ una sonrisa en sus labios. La fueza del "ahora". Una experiencia, la de la protagonista, poco menos que mística. ¿Evocó con tanta fuerza su viaje a la India que, sin saberlo, atrajo hacia sí al Hare Krishna?. De "sincronicidad" hubiese hablado C. Jung, pero a mí me gusta más llamarlo "magia". En varias ocasiones me han sucedido cosas parecidas: caminar embelesado con pensamientos sobre Granada y, al levantar la vista, darme de bruces con una óptica llamada Alhambra o transitar por una calle recordando a mi difunto abuelo cuando, repentinamente, llega arrastrado por el viento, hasta mis pies, un recibo de una comunidad de propietarios cualquiera datado el 10 de Diciembre. El día y el mes en que murió mi abuelo.
Creo tanto en la capacidad de atracción que tiene la mente, como en nuestra ignorancia respecto a su fuerza.
Comparto el comentario de Explorador; ya no sabemos más que contar nuestras acumulaciones, olvidando el verdadero tesoro incapaz de cuantificarse, tal es su extensión. Si El Principito nos viese, quizá diría que le recordamos a ese hombre con el que se topó en su búsqueda, el cual siempre andaba con prisa (cual los hombres grises de Momo) y no dejaba por un solo momento de contar y recontar su fortuna.
Me ha gustado tu texto, Silencio. Un saludo.
Me han encantado vuestros comentarios, Explorador, Minina y Sietemesino, que han traído nuevas sonrisas.
Tiene gracia, también pensé en la capacidad de atracción, que si deseas algo con mucha fuerza, tal vez reconozcas un detalle de ese algo a tu alrededor, mucho más cerca de lo esperado y las anécdotas que comentas, son un claro ejemplo.
Explorador, toda la razón, estamos mucho más empobrecidos de lo que dicta nuestra cuenta corriente, alguna solución habrá que buscar.
¡Un fuerte abrazo a los dos!
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