
¿Qué historia te inventarías tú para una película o un corto? De esta pregunta partían todas las secuencias, un interrogante que explícitamente invita a pensar e imaginar, una acción que tan sana me parece.
Posteriormente, después de una larga tarde de reuniones, una noche me dispuse a ver Un lugar en el mundo de Adolfo Aristarain. Un DVD que me habían prestado ya hacía tiempo pero no había encontrado el hueco para disfrutarla. Bueno, en el fondo me aburrió un poco tanta dispersión en la historia pero el guión tiene partes bien bonitas, frases de esas que te marcan y te hacen reflexionar. Hay un momento en que el personaje de Federico Luppi le dice a su hijo que uno sabe cuál es su lugar cuando no te quieres ir. Cuánto tiempo buscando respuesta a esa pregunta y, de repente, me topo con ella. No sé si es una respuesta acertada o no, pero tranquiliza, como si me la hubiera dicho a mi, como personaje de esta película que me ha tocado vivir.
Por suerte, este personaje mío se ha encontrado con otros a lo largo de la novela que le hacen recordar los motivos que le mantienen aquí, en su sitio, y eso debe significar algo. Buscar el sentido a la vida, a esta película de gran ficción, a los proyectos individuales y conjuntos (con más personajes), encontrar respuestas, invitaciones a continuar hacia adelante, a viajar, la mayoría de las veces simplemente está ahí. Y un día te das cuenta por la más estúpida de las formas. Recuerdo las palabras que una vez escribió el fantástico: “No hay muros infranqueables y las respuestas están más cerca de lo que uno imagina”. Va a resultar que tenía razón.
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