jueves, 27 de marzo de 2008

II




La idea al principio no me seducía mucho, sobre todo por la vaguería al pensar en la palicilla del viaje desde Essaouira, hay cosas que no cambian ni en vacaciones, pero al final nos decidimos y he de decir que mereció generosamente la pena.
Imlil es un pueblecito bereber, rodeado de montañas. Se encuentra a 1.740 metros de altitud y, al parecer, es muy popular entre los escaladores porque está situado tan sólo a 5 km de los pies del Toubkal (4.165 m.), la cumbre más alta del norte de África.
Para desplazarnos a este punto del Gran Atlas no nos quedó otro remedio que negociar “duramente” en Marrakech un grand taxi. “My third time in Morocco!”, les repetía el compañero de viaje, intentando ejercer cierta autoridad a los intermediarios para conseguir un buen precio. Probablemente nos timaron, que para eso éramos turistas y se suponía que llevábamos escrito en nuestras caras blancas que estábamos podridos de dinero. Hubo ciertos momentos de incertidumbre (¿nos vamos?, no nos vamos, ¿nos vamos?, no nos vamos), pero las ganas de descubrir nos pudieron y pagamos un precio medio aceptable, teniendo en cuenta la cantidad que nos exigían al principio. La historia del regateo no tiene desperdicio, me convertía en testigo de situaciones cómicas por las ocurrencias de ambas partes.
He descubierto que el regateo es una ciencia desconocida en general para los europeos, que sólo manejan con destreza algunos padres y, especialmente madres, por su papel tradicional de administradoras de la economía del hogar. Por suerte, tuve una buena maestra aunque no fue hasta días más tarde que puse en práctica sus enseñanzas.

No hay comentarios: