miércoles, 30 de abril de 2008

AL OTRO LADO DEL ESPEJO

A todo el mundo le gustaría desaparecer del mapa en alguna ocasión, esa sensación de sentirse excesivamente limitado, enjaulado. Y no ser ni estar, demandar un paréntesis en la existencia humana, ésa que a veces incita a que se te llenen los ojos de lágrimas, sin tener siquiera claro el por qué, cuando te invade el sinsentido. Y otras veces, esa misma condición, te estimula ante cualquier pequeño detalle y descubres que aún es pronto para darse por vencido.
Es que soy una maniática de la búsqueda de respuestas. Siempre preguntándome por qué e iniciando una pesquisa sobre el interrogante. Pero a veces el cansancio hace tanta mella que no tengo ganas de indagar ni de encontrar, dos de mis dos verbos preferidos.
En el fondo me siento como en algunos escritos a los que es proclive Airam, ésos que vuelca en Atravesando Espejos, de pose melancólica y desesperada, pero aunque no lo parezca, de una fortaleza increíble, como es ella. Pues sí, querida amiga, me quedé con ganas de continuar la serie “Para no caer”, así que ahora tengo una humilde aportación, siento no haberla hecho antes:


Para no caer,
agarrarse con fuerza a las cosas pequeñas.
A los vales para organizar la pereza,
a crear talleres por los salones.
Al olor del café recién hecho.
A que me lean el periódico,
tirada en un parque.
A tus cosquillas irrespetuosas con mi sueño,
a mi sueño, irrespetuoso con el orden.
A quererte, los ratos que puedo,
los que aún quedan.
Airam


Para no caer,
el silencio,
la búsqueda,
creer que las preguntas tienen respuestas;
escuchar las olas romper,
y dejar que la brisa limpie el espíritu.
Para no caer,
buscar refugio,
soñar que encuentras
y te encuentran;
descubrir que fue una pesadilla
e imaginar que no ocurrió de verdad.
Para no caer,
permitirse el duelo,
llorar, gritar;
expresar en libertad,
aprender de lo vivido
y no desear límites ni ataduras engañosas.

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