martes, 13 de mayo de 2008

REVOLTIJO

Son las siete de la mañana
me tengo que levantar,
compruebo que mi cabeza
está en su sitio habitual.
Salto a la ventana buscando el mar,
lo único que veo es
una enorme y triste catedral.
Me pongo cualquier cosa
y bajo a desayunar,
en el camino encuentro gente
que no pueden ni mirar.
Una vieja desdentada
me pregunta “qué tal”,
yo lo pienso y digo
que estoy lejos lejos de mi hogar.
Tulsa. “Oviedo”, dentro del disco “Sólo me has rozado”





Trabajo. Noticias. Visita de una amiga. Trabajo. Clases. Estudio. Un café compartido. Una película. Música. Una siesta. Cañas por el barrio. Una paella. Una asamblea. Más cañas. Exigencias. Un disgusto. Avería en el metro. Lectura. Un curso de formación. Una comida. Más trabajo. Una consulta. Y ya no doy para más.
Son de esas semanas que, con diferencia, no quieres comenzar. Echo de menos algo de tiempo para leer y escribir (tranquilamente), pero no hay manera, me encuentro exageradamente espesa, las neuronas no me hacen conexión esta semana (¿alguna vez la hacen?), no ando, me arrastro (siento ser tan dramática).
Tengo artículos atrasados sobre Bolivia, por ejemplo, un congreso a finales de Mayo sobre la plataforma de Otras Voces Feministas, una corriente de pensamiento aún poco conocida… anda que no hay cosas para escribir, opinar, criticar o aplaudir… Pero me es complicado con este revoltijo de sensaciones en el estómago (un pasito pa’lante y dos pa’trás), sin tiempo para ver a los amigos, ansiedad, dolor de cabeza, cansancio, mucho trabajo por organizar y sin poder de concentración. Todo un poema.
Si es que vamos como el tiempo, que tan pronto calor como frío, se despeja como se vuelve a nublar, qué extraña simbiosis la mía con los cambios meteorológicos.
La semana pasada hablaba con A. sobre el sentimiento de pertenencia a los lugares, a las personas, la necesidad de crear algo propio, sobre el desarraigo. Una vez más, no llegué a ninguna conclusión especial, estábamos de acuerdo en que las personas necesitamos vínculos pero nos resultaba difícil hacerlos perdurables. De hecho, mi matrimonio más íntimo y duradero es con una asociación, donde tampoco estoy exenta de conflictos internos por la licuación del tiempo entre asalariada y militante.
Qué historias de idas y venidas, de adelantos y retrocesos, de algún exito y fracasos. Aparte de enterarme de que van a llevar al cine Los Fraguel, hoy necesito una buena noticia.


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