miércoles, 20 de mayo de 2009

Los príncipes azules destiñen

"La vida te da toques de atención, te dice no te duermas en los laureles."
S.C.






Hay que reconocer que "la vida es una mierda", como diría una de mis mejores amigas con la que suelo estar de acuerdo aunque intente luchar contra esta idea tan negativa. Pero, como también le apuntaba a otra colega, hay que saber rodearse de aquellas personas que nos hacen sentir mejor, que nos hacen esta vida más fácil y más amena. Y en eso estamos, intentando darme baños intensos de amigos y amigas que nos acompañan en los procesos vitales, en los insípidos, en los trágicos y en los inmejorables.
Anoche me tomé unas cañas con Blancanieves, que me comentaba divertida tras un par de cervezas que dejó a su príncipe azul porque se sentía hastiada de creerse tan poco lo de "comer perdices". Blancanieves siempre va monísima de la muerte, con su pelo azabache y cortado según el gusto del mes. Dice que se aburre enseguida de su pelo y que necesita hacerse cambios. Y no creais que Blancanieves se conforma con cualquier corte de pelo, ¡no, qué va! Tiene que ser uno impactante. Ya me dice, que me va a llevar a su tienda de peluquería habitual, que me tengo que hacer algo con esta melena tan tediosa, darle un color más sugerente, pintarme los labios... Y yo, que dedico poco tiempo a darme vistosidad, más por comodidad que otra cosa, la miraba aturdida.
También decía estar cansina. Cansina de cansina, afirmaba, e insuperada [este término no acabamos de centrarlo sobre qué coño significaba, pero nos servía como descripción por aquello del absurdo] de darle vueltas a las búsquedas y a las reflexiones ensimismadas, que eran harto complicadas. Y que le había regalado a su sobrina de ocho años un libro titulado "Los príncipes azules destiñen", un libro infantil que versa de cómo aprender a cuidarse una misma sin esperar ningún sueño romántico de esos que nos hacen interiorizar desde la infancia. ¡Qué buena idea! A mi sobrino también se lo voy a regalar pero un poco más adelante, que no ha cumplido todavía ni un año; porque al final estos mitos suelen ser los mismos para hombre y para mujeres, aunque se vivan de formas diferentes en función del sesgo de género que se introduzca en la educación.
Y entre la mala leche que estoy generando en las dos últimas semanas, y las reflexiones existencialistas de mi amiga Blancanieves, por las que sentí cierta melancolía, me acordé del acto sobre la despenalización del aborto al que acudí la semana pasada. Sí, ya sé que mi asociación de pensamientos a veces me hace perder el hilo narrativo.
El caso es que allí estaba yo con algunas de mi amigas (feministas), apoyado un acto el día previo a la presentación de la nueva ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo, un poco expectante ante las noticias que se filtraban desde del gobierno. Y como las feministas somos así, que una cosa nos lleva a la otra y viceversa, acabamos hablando de sexualidad y hay ocasiones en las que es imposible contener la risa ante algunos discursos. Volviendo un poco al absurdo, el convencimiento de ser feminista suele generar algunas circunstancias de esquizofrenia, o por lo menos es lo que exige una parte importante del movimiento feminista con la que no me siento nada identificada, que especialmente las mujeres heterosexuales feministas se vean entre la espada y la pared para conciliar su ideología con sus compañeros sexo-afectivos. Seguro que más de una de mis amigas lesbianas, me dirían "te crees tú que las demás lo tenemos fácil".
Menos mal que un día encontré a las hetairas, que muy lejos de dificultarte la vida, te la hacen más cómoda en ese sentido, aunque seamos mucho más políticamente incorrectas... pero es que una parte importante de lo que somos y lo que nos identifica son las decisiones que tomamos.

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