martes, 26 de abril de 2011

¿Qué es copiar?

Me lo habían aconsejado varias personas, no sólo por las opiniones y el debate recogido sino porque también ofrece información veraz sobre los derechos de autor y la difusión de la existencia, aún tan poco explotada, de la licencia Creative Commons.

Estos días de descanso he podido ver, ¡por fin! "¡Copiad, malditos!", documental peculiar y novedoso, producido llamativamente por TVE. Llamativo porque la Ley Sinde está a puntito de salir y, sin embargo, han contribuido a la realización del documental que no es precisamente un halegato a favor de la nueva ley que está por llegar. Peculiar por la estructura narrativa. El espectador hace el seguimiento sobre la marcha, junto con el narrador, de los pasos para deducir qué tipo de licencia le conviene más, aunque obviamente, desde el principio, el director está más inclinado a la posibilidad de una difusión libre. Novedoso porque nunca antes había oído hablar en una obra audivisual (que no debates televisivos o noticias de prensa), sin pelos en la lengua, sobre las ventajas y desventajas de un copyright, o de los efectos colaterales de ser socio de la SGAE, u otra organización de gestión de derechos de autor, que desde hace tiempo considero unos chupasangres...

Pero lo que más me ha llamado la atención en esas campañas contra la piratería son algunos nombres que para mi, sorprendentemente, defienden una postura que privatiza la cultura en manos de unos pocos, cuando creo que debería estar al alcance de todo el mundo, de la forma más horizontal posible. ¿Victor Manuel? ¡¡Pero si era comunista!! ¿Rosendo? ¡Qué decepción! Entiendo algunos matices del discurso, compartir no debe ser obligatorio sino lo deseable, pero me da la sensación que quienes defienden estas posturas criminalizadoras hacia el ciudadano de a pie son viejas glorias, en un tiempo atrás con un buen estatus artístico, que han visto como su cuenta corriente se ha ido desinflando. Porque los grupos y compositores que aún tienen tirón hacen conciertos y, de hecho, muchos mantienen que internet es muy democrático y, por lo tanto, existe mayor difusión de su música, álbumes que, de otro modo, no compraría el mismo número de gente que sí escucha su música en la red y se anima a ir a un concierto.

Apocalíptico, al final, José Manuel Tourné, director general de la Federación para la Protección de la Propiedad Intelectual, dice que si no se protegen los derechos de autor, no habrá nadie que quiera dedicarse a crear. Lo cierto es que desde mi punto de vista crear es, por suerte, un concepto tan amplio, que no estoy ni una pizca de acuerdo con esa afirmación. De hecho, el ser humano crea porque se le ocurren cosas, así, sin más, suele compartirlas (al menos a eso debemos educar a nuestros pequeños y mayores), pasa de manos, evoluciona, una idea u obra inspira muchas otras que llaman derivados... ¡es enriquecedor! Y eso no quita que tengan derecho a cobrar por un trabajo que realizan... no me parece incompatible. ¿Pero cuántas veces hay que cobrar por el mismo trabajo?

Parece que sólo defiende a aquellos que producen una creación con la finalidad de ser rico, entonces sería más aconsejable dedicarse en una farmacéutica a cobrar patentes de todos los medicamentos y vacunas imaginables. Mucha gente, entre la que me cuento, trabajamos por un salario, pero también hacemos muchas cosas desinteresadamente, en nuestro tiempo libre, desarrollamos  ideas que compartimos, que difundimos, que sabemos que provocan otras... y también copiamos lo que han hecho otros, lo versionamos. Mi respuesta a la pregunta "¿Qué es copiar?" sería copiar muchas veces es una puerta a la inspiración y, por supuesto, hay que citar a quien se copia.

Para visionar el documental o/y descargártelo pincha aquí. Muy buen trabajo. También te animo a visitar su blog ¡Copiad malditos! Derechos de autor en la era digital

miércoles, 20 de abril de 2011

20 de abril del 90

"Bueno pues ya me despido
si te mola me contestas,
espero que mis palabras,
desordenen tu conciencia."

lunes, 18 de abril de 2011

De cómo estar demodé y soportarlo

Odio ese concepto ambiguo, que no sé quién decide, que se llama moda de temporada y que quiere dictar cómo me tengo que vestir. Igual que detesto que esa “mano invisible”, al modo Adam Smith, pretenda que todas y todos vistamos igual, nos homogenice sin tener en cuenta características propias e intrasferibles. Y me temo, lo observo todos los días, que esta tiranía afecta más intensamente al género femenino. Sin embargo, no se vive como tal, como una imposición, sino que se acata diligentemente y eso me exaspera aún más.

Y es que tengo mal recuerdo de uno de los días de la semana pasada en el que busqué y rebusqué, de tienda en tienda, desesperadamente, unos vaqueros, unos normales. Pues no, no hay, o los quieres de pitillo o los quieres de pitillo, oye, que no había manera. [Y hay que ver lo estirados que son en la cadena Mango, ¿no?] Que nooo, que no quiero ir embutida, si ya tengo de esos pantalones porque desde hace unos años es imposible encontrar otra cosa. La alternativa a los pitillo son unos vaqueros pirata, que no te llegan al tobillo. ¿Pero por qué es tan complicado? Cada año año se lleva tal cosa o cual otra y no hay forma de encontrar ningún clásico, o al menos algo fuera de lugar (fuera de lugar para la moda de temporada, claro). Inadmisible.

Menos mal que tengo una amiga con grandes ideas que me habló de una tienda cercana al rastro y que pasa totalmente desapercibida. Tiene un escaparate con ropa de profesionales (camareros, monos de trabajo, etc) y, en su interior, están atestadas un montón de cajas de cartón con vaqueros. Pues ahí los encontré, unos vaqueros, normales, ni anchos ni estrechos, ni de cintura muy baja ni alta. Lo cierto es que tiendo a los pantalones de pata ancha, pero ya he asumido que mi estilo está demodé, jeje, sabré soportarlo.

Y llegó la segunda lucha, la de la ropa interior. Increíble pero cierto. Son trágicas las pesquisas para encontrar un sujetador que no tenga miles de rellenos distintos, que no ensalce el pecho, que lo haga dos tallas más grandes o yo qué sé…  que lo convierta en todo lo imaginable en las fantasías masculinas (y algunas femeninas) menos natural. Si es que yo quiero uno que no tenga de ná, por favor, que el relleno ya lo pongo yo, que no necesito más, si yo estoy contenta con el tamaño y la forma. Pues no, que no puedes estar a gusto, que tienes que llevar uno que haga el pecho... diferente. Si ya es fastidioso de por sí el sujetador, con todo su significado cultural y que te encorseta bajo las normas de "buena chica" no entiendo por qué nos lo siguen poniendo tan difícil.

Que parece que esto de ir a contracorriente, o más bien, eso que yo creía que era tan común al resto de los mortales, de intentar ponerse lo que te es cómodo y práctico, intentando que sea lo más compatible posible con estar mona, no es tan habitual como me parecía.

Y es que me sorprendo a mi alrededor, en la calle, tacones imposibles, que su incomodidad obliga a andar con extrañas poses quedando hasta ridículo; bermudas cortísimas con medias en pleno invierno (pero coño, qué frío, ¿no?), botas altas con falda en verano, (¿no se te cuecen los pies?); escotes a punto de explotar (¿en serio eso es una oda a la comodidad?) y un sinfín de ejemplos que no sé a quién se le habrán ocurrido semejantes perversiones. Y lo peor, que una gran parte de la población hace seguimiento grotesco sin cuestionamiento alguno de lo que nos viene bien a cada una/o. Bueno, es lo que hay, ya somos mayorcitos y mayorcitas para decidir por nosotros/as mismos/as, ¿no?


[Os dejo el enlace de esta historia con moraleja titulada "El maltrato sutil", que está relacionada con la temática del post. No estoy de acuerdo con el final de la historia: una cosa (las imposiciones sociales) no tiene que llevar necesariamente a la otra (el maltrato). No obstante, la reflexión es imprescindible para empujar los cambios.]

lunes, 11 de abril de 2011

"Se te ha caído la sonrisa"

Caminaba imbuída en sus pensamientos. No sabemos cómo, la invadieron los recuerdos cuando cruzaba la calle hacia Fuencarral. Recuerdos de una India multicolor. Podrían haber sido evocaciones de cualquier otro lugar, pero fueron ésas las que acudieron en tropel a su mente. Retenía en la memoria la sonrisa de sus gentes, el bullicio del mercado, rememoró a aquel grupo de niñas que saltaban los charcos descalzas, el color de su piel y la suciedad impregnada.

Y de repente, en su presente, se topó a una persona. Un chico que la miró y llevaba algo pintado en la cara, un símbolo o algo así, que le habló mientras ella no dejaba de caminar. "Se te ha caído algo", le dijo. Miró hacia atrás, sin dejar de adelantar pasos, justamente rebuscaba algo en su bolso, tal vez la funda de las gafas de sol, Fuencarral es una calle con sombra, ya no las necesitaba. Le devolvió la mirada interrogante, "se te ha caído la sonrisa" insiste. Inevitable sonrisa de respuesta. Se acerca a la mujer y le ofrece un paquete de incienso. Ella lo coge, le hace gracia la ocurrencia en unos días de estrés en los que necesitaba que le sucediera algo especial. "Te lo puedes quedar pero también puedes compensarlo con una ayuda para los pobres", le comenta el chico con la cara marcada "¿Pobres de qué?"  preguntó. Al referirse con esa expresión, "los pobres", no lo tomaba en serio, pero sí, el significado era literal."Tenemos un comedor  gratuito aquí, en el centro, para los pobres". Sin duda, el símbolo en su cara, maquillado en blanco, era un hare krishna.

Rebuscó el monedero en el bolso, recapitulando que llevaba varios días sin sacar dinero del cajero. Al menos tenía unas monedas, le quedaba un euro con veinte. "Es un pastón", le agradece el muchacho. Y se despiden ambos contentos, especialmente ella, con su sonrisa puesta por la ocurrencia del hare krishna y la gratitud por el incienso indio regalado. El día, sin duda, tenía otro color (y otro gesto en su rostro).