miércoles, 2 de abril de 2008

Breve historia sobre Tíbet (I)

Es mucha la tinta que corre sobre el levantamiento del Tíbet, pero más se escribe sobre ello y menos información siento que manejo. La historia me hace intuir que ni una sublevación es pacífica ni que los monjes budistas luchen por la libertad. ¿La de quién?
Como en casi todo, ni los que pintan los medios de comunicación como buenos son tan inocentes ni los malos, en este caso, son asesinos perversos. Inquieta un poco estar siempre a la defensiva, analizando con minuciosidad qué te puedes creer de las noticias y en qué cosas te están desinformando o manipulando con toda intención en función de los intereses de las grandes potencias.
Tengo algo claro: no hay defensa para el Dalai Lama ni sus monjes, no sé si eso me coloca directamente en línea con China.
Me decía hace un par de días un amigo que está acostumbrado a mojarse aunque no tenga ropa de recambio, que ésa era una posición muy cómoda, ni con unos ni con otros, resumiendo, le parecía un enfoque maniqueo.
En primer lugar, este hombre que interpreta al personaje de Dalai Lama me parece hipócrita, interesado y comprometido sólo con su causa personal. Un tipo que ha apoyado la guerra de Irak y no deja de hacer declaraciones sobre lo fabulosos que son los EEUU como defensores de la democracia y la libertad; que se mantuvo en contra del juicio a Pinochet, por poner sólo dos ejemplos. Y se supone que el Dalai es pacifista y no tiene ningún interés en los bienes materiales.
Siempre considero útil tener una perspectiva histórica de los hechos. Este conflicto no es nuevo, se arrastra desde la Edad Media (china). Pero hablando de historia moderna para no retrotraernos demasiado, el problema se agudizó a partir de la proclamación de la República Popular China en 1949, momento en que los monjes lamaístas y feudales tibetanos vieron peligrar su régimen de explotación bajo el cual la vida de los vasallos y las mujeres no se apreciaba nada.
Después de diversas negociaciones, el Ejército de Liberación Popular entró en Lhasa en 1951, de forma pacífica, siendo conocedores de que no podrían abolir el régimen feudal, ni las supersticiones ni la religión de un plumazo. Primero era necesario formar a la población, la educación era la clave para deshacerse de ese yugo.
Fue el período en que, como contrapartida, algunos monasterios sirvieron de sede a la CIA y los feudales consideraron el socialismo un grave peligro para perpetuarse en el poder.
A partir de 1956 se sucedieron los levantamientos armados de monjes, acompañados de agentes de la CIA, especialmente virulento el de 1959. La República dio una respuesta contundente desde el punto de vista político y militar que significó la caída del feudalismo. Este hecho se tradujo en que el 80% de siervos que había en aquel momento entre la población se convirtieron en hombres más libres ya que se abolió la servidumbre junto a la poligamia y la poliandria. Abrevio con un párrafo de José Antonio Egido, extraído del artículo titulado “Por el pueblo de Tibet y contra el feudalismo lamaísta”: “Tras la derrota de la rebelión, el Dalai Lama número 14, llamado Tenzin Gyatso, huyó al exilio acompañado por 13 mil personas integrantes de la nobleza y el alto clero lamaísta y muchos de sus esclavos, guardias armados y caravanas de mulas cargadas de riquezas. La CIA lo convirtió en un símbolo de la guerra contra la revolución socialista y el PCCh. El Dalai Lama instaló en la ciudad india de Dharamsala un “gobierno en el exilio”.”
Desde entonces, este “gobierno” recibe dinero de la CIA y sufraga una guerra de baja intensidad contra la República Popular China.

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