jueves, 3 de abril de 2008

Por el pueblo del Tíbet (II)

Durante los días de las revueltas, se pretendía desencadenar una rebelión bajo equívocas consignas demandando un Tibet “libre”. Imagino que sabéis las consecuencias que podría conllevar un acontecimiento que reconociera el “gobierno” del Dalai Lama en el exilio: su triunfal regreso al territorio como gobernante, y por ende, la legitimación de una teocracia, una dictadura basada en la religión que no respetará, para empezar, los derechos de las mujeres, a las que conciben como seres inferiores; ni tampoco a los han ni a los musulmanes hui, como ya sucede.
Como marxista (y más cosas), es obvia por mi parte una defensa de un estado laico, independientemente de la religión que se cuestione; por mucha exaltación del budismo y su espiritualidad, los hechos nos demuestran que no son capaces de llevar a cabo el pacifismo que predican.
En cualquier caso, los lamas no representan más que el 15% de la población tibetana, con lo cual tampoco es una mayoría aplastante. Esto me lleva a pensar que, para hacer justicia a la realidad del Tíbet, sería básico conocer las diferencias. La primera pregunta que me hago es si existirá un movimiento nacionalista que no tenga que ver con la restauración en el poder de Dalai Lama. Es decir, que por un lado tenemos al pueblo tibetano y, por otro, la “jerarquía” de los monjes budistas (también hay monjes más pobres que trabajan como el resto de la población), no sería justo introducir todo en el mismo saco.
No obstante, el Tíbet es una de las regiones más pobres del planeta. El gobierno ha impulsado un Fondo para el Alivio de la Pobreza en Tibet que desarrolla proyectos para el progreso económico de la región. En los últimos años, ha fomentado el turismo como fuente de desarrollo económico, ha impulsado la construcción del ferrocarril que lleva “al retiro lamaísta”, o han aumentado las conexiones a Internet en los lugares más recónditos.
Me parece legítimo el deseo de los tibetanos de provocar al gobierno chino y exigir una solución, pero no mediante la violencia ni mediatizados por EEUU. La presión internacional invoca la apertura a un diálogo entre ambas partes, pero se utilizan mentiras y tergiversaciones de la realidad para desgastar a una de las partes (por ejemplo, el hecho de que se estén utilizando imágenes y videos de represión contra monjes cuando quienes aparecen ejerciendo esa represión son militares nepalíes y no chinos, como se dice explícitamente). Del otro lado, China dice que estará dispuesta a negociar, siempre y cuando el Tibet reconozca la soberanía en el territorio de la República Popular China. Parece que no habrá encuentro.

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