Queridos reyes magos:
Os escribe una republicana que no cree en vuestra soberanía real, que os concibe como personas iguales a las demás y, honestamente, que tampoco está convencida de que hagáis magia, porque hace muchos años ya me contaron que los regalos de reyes los compraban los padres y ahí se quedaron las ganas de conocer a Melchor, mi rey preferido.
También os digo que no me gusta la Navidad, no sé bien por qué, pero la soporto mal, no me gusta darle a estos días un significado que, en principio, para mi no tiene y no sólo porque sea atea. Tampoco celebro de forma especial el solsticio de invierno.
Y aun con todo este bagage, si realmente hay algo de sobrenatural en todo esto, quería pediros que, por favor, en la noche en que hagáis vuestro reparto, no os olvidéis de mi y me dejéis tres cosas: un paquete de apósitos encantados, que curen y desinfecten las heridas rápidamente en caso de urgencia; un saco con un buen puñado de ilusiones y, si puede ser, que sean contagiosas para que todas aquellas personas que estén cerca puedan olerlas e ilusionarse a su vez. También, si no es abusar, traedme unas gotitas de buen humor y así tener más energía positiva que pueda regalar a los demás.
Muchas gracias.
PD: Como no pongo árbol de navidad ni nacimiento, ni ná de ná, dejad lo que os he pedido en el lugar que consideréis más conveniente. Para daros una pista, este año dejaré mis zapatos cerca de la terraza.
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