¡Duérmete ya! ¡Duérmete ya! Pues no, el sueño, el jodío, que me persigue a cualquier hora del día, cuando llega el momento adecuado, va y se escapa. Y suele tardar unas horas en volver. Esto me enfada bastante pero así me ha tratado el muy desconsiderado durante toda esta semana. Mira que se lo tengo dicho, "no vengas muy tarde que me empiezo a preocupar", pero nada, ni caso. Y el muy puñetero me hace sufrir por su ausencia, y mi cuerpo molido, especialmente las cervicales, necesita su presencia. Aunque la que peor lo pasa es mi cabecita que espera desesperándose hasta que siente su llegada y entonces sí, ¡felicidad absoluta! Y es que hay pocos momentos que me den tanta satisfacción como los de dormir.
Para más atropellos, por orden del señor Alcalde ya ha llegado la Navidad, sí, esta temporada apestosa que inunda de luces de colores y canciones estúpidas la ciudad. Y coincide con mi época más ñoña y desafortunada del año en cuanto a humores y ánimos. No sé si es que mi sueño odia mi actitud últimamente frente a la vida y no quiere saber nada de mi. Fijaros hasta dónde llega mi apatía que últimamente ni leo las noticias, no sé cómo va el mundo y qué queréis que os diga, la mayor parte de los días de esta semana y de la anterior, ni me ha importado. Vamos, que empiezan a desalojar el planeta por la caída inminente de un meteorito y yo... ¡a por agua! De hecho, emitieron el programa de mi intrépida reportera Samanta Villar, que estuvo 21 días en las minas de Bolivia y oye... que no tuve ni fuerzas para criticarla. ¡Esto comienza a ser grave!
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